2010, ¿el año del derecho a migrar?
El Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), lamentando el endurecimiento de las políticas de inmigración - especialmente en los países europeos - en un momento en el que nuevos factores, vinculados a los desarreglos medioambientales, engordan las filas de los que necesitan abandonar su país, subrayó recientemente cuan difícil es hoy distinguir "un refugiado climático de un migrante económico, un éxodo forzado de una migración escogida".
En el mismo momento, el comisario europeo Jacques Barrot, responsable de las cuestiones de inmigración, preconiza una política que permita evitar "que hombres y mujeres que huyen de la miseria o de la guerra sean víctimas de pasadores de fronteras o pierdan la vida de modo dramático durante su intento desesperado para llegar a Europa". Preocupaciones a las cuales parece responder el último informe del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), que aboga para que “se levanten las barreras" migratorias.
Sus expertos afirman por otra parte que "no existe ninguna prueba de unos impactos negativos de la inmigración sobre la economía, el mercado de trabajo o el presupuesto, mientras que no hace falta demostrar los beneficios en campos como la diversidad social y la capacidad de innovación".
En efecto, ya va siendo hora de levantar las barreras. De hecho, ¿no hemos escuchado decir, con motivo de la conmemoración de la caída del muro de Berlín, que quedan “otros muros en el mundo que deben caer” (José Luis Rodríguez Zapatero) y que hay que “derribar [los] que, a lo largo del mundo, dividen todavía ciudades, territorios, pueblos” (Nicolas Sarkozy)?
A estos virtuosos "nunca más", responde sin embargo un paradójico eco devuelto por los cerca de 40 000 kilómetros de fronteras cerradas - entre las que están casi 18 000 "amuralladas"-, casi totalmente edificadas desde el 1989, que traban la circulación de los seres humanos sobre todo el planeta. La mayoría de las líneas de demarcación entre Estados, que sean barreras materiales o virtuales, se parecen hoy a estas fronteras-muros. Viajar es un privilegio de ricos, mientras que las fronteras son tierras de nadie donde arriesgan su vida los que no pueden aspirar a los sésamos que son los pasaportes y los visados.
Los muros más conocidos de la Unión Europea protegen los enclaves españoles en territorio marroquí - las ciudades de Ceuta y Melilla - pero el doble telón de acero que circunde el Eurostar al acercarse a la Mancha es otro emblema de la fortificación de algunas fronteras. Sobre todo, este proceso se desmaterializó, se militarizó y se externalizó a la vez: desde 1998, el SIVE (Sistema integrado exterior de vigilancia) hizo del Estrecho de Gibraltar uno de los "interfonos dentados de Europa" [1]
Con la agencia FRONTEX, el "cordón sanitario" se desplegó progresivamente a lo largo de las costas de África del oeste, en el canal de Sicilia, entre Malta y Lampedusa, en el canal de Otrante, en el mar Egeo y en las fronteras terrestres orientales de la UE, aumentando el número de muertos en las fronteras: sólo a partir de los datos recogidos en la prensa, las ONGs estiman a cerca de 15 000 [2]
el número de víctimas de la "guerra a los migrantes" llevada a cabo desde hace veinte años por Europa . Este bloqueo también favorece las actividades criminales: así como lo señaló recientemente el Alto Comisario para los Refugiados, el endurecimiento de las políticas de inmigración de los países europeos hace el juego de los traficantes de seres humanos.
Pero sólo he aquí un aspecto del cierre, ya que lo esencial sigue siendo el cuestionamiento del derecho a salir de su propio país, sin embargo reconocido por el artículo 13 de la Declaración universal de derechos humanos [3]. Los "acuerdos de gestión concertada de los flujos migratorios" concluidos por Francia, los "tratos de amistad" negociados por Italia, asi como el Plan Africa español, y los acuerdos de readmisión firmados por la Unión Europea con sus vecinos van por este rumbo: la ayuda al desarrollo se negocia a cambio de la participación de los países de emigración y de tránsito al control de sus nacionales, candidatos a la salida (vía la criminalización de la emigración en algunos países, como Marruecos y Argelia), y su obligación de aceptar la readmisión de sus nacionales en situación irregular en Europa. Gracias a esta externalización de los controles, las fronteras de la UE son hoy dia deslocalizadas al sur (Libia, Mauritania, Senegal) y al este (Turquía, Ucrania).
Las trampas en las que quedan atrapados una parte de los migrantes que quieren pasar las fronteras fortificadas de Europa favorecen también el desarrollo de los campos de extranjeros, otro dispositivo clave de la mundialización anti-migratoria. La red Migreurop censa 250 de ellos en los 27 Estados miembros de la UE, para una capacidad que supera las 32 000 plazas. La duración de detención, de 32 días en Francia, pasó recientemente a 6 meses en Italia, y puede alcanzar varios años en Chipre.
Los informes se acumulan para denunciar las condiciones sufridas por los exiliados - entre ellos numerosos menores - allí encerrados, sin que la UE cuestione su existencia o incluso su funcionamiento. Al contrario: con la directiva "retorno" adoptada a finales del 2008 para racionalizar las expulsiones, con el reglamento "Dublín II" que hace de los solicitantes de asilo una "patata caliente" enviada de un país al otro, los campos se multiplican en Europa y alrededor.
Como los nuevos muros de la vergüenza, los campos de extranjeros son el síntoma
de un mal que no ha desaparecido con la caída del muro de Berlín : hacer prevalecer la (mala) razón de Estado sobre el respeto de los derechos de las personas.
Desde decenas de años, una sobrepuja securitaria caracteriza las políticas migratorias impuestas por los países ricos al resto del mundo, acentuando las desigualdades y las tensiones, sin que se demuestre su eficacia económica.
A ejemplo del PNUD, o de los investigadores reunidos bajo la égida de la Unesco para imaginar, apoyandose sobre cifras, lo que podría ser un guión "Migraciones sin fronteras" [4], cada vez más voces reclaman la revisión del dogma del cierre de las fronteras. ¿ Podría ser 2010 el año del derecho a migrar?