Territorios sin derechos

Diagonal

Los cayucos siguen arribando a las costas canarias, con 20.000 personas desde enero. Los focos apuntan sobre las miradas de los migrantes que vienen de Senegal, Gambia, Mauritania, agotados por los días pasados en el mar.

Las imágenes que nos ofrecen los medios a menudo describen la llegada de los migrantes como una invasión. Raramente pensamos en ellos como personas, ni nos preguntamos cuáles son sus historias o qué les sucederá.

Caras amontonadas en cayucos descienden escoltadas por la policía y la Cruz Roja, que les da una primera asistencia. Son obligados a subir al autobús contratado por la Policía Local. Dejan a sus espaldas los cayucos que les trajeron hasta Europa y que serán destruidos rápidamente por la empresa que gestiona el puerto, para evitar que permanezcan los restos de sus pasajeros. Incluso el equipaje será destruido, por miedo al contagio de alguna enfermedad.

Se apagan los reflectores sobre sus rostros, intuidos a través de un ventanuco oscurecido. Ojos que observan estupefactos Europa, ante ellos, representada por todos los uniformes posibles, máscaras y guantes de plástico que crean distancia.

Los flashes desaparecen cuando los migrantes son conducidos al garaje de la comisaría de Tenerife. Allí, amontonados sobre colchones, pasan los primeros días de detención. Se les da una camiseta, igual para todos, sobre la que se escribe el número de su cayuco.

Los menores junto a los adultos, con la única diferencia de que estos últimos tienen un plástico alrededor del brazo y se les hará un examen óseo.

De 20.000 personas llegadas a las costas canarias, la Cruz Roja ha considerado, a primera vista, que 600 eran potencialmente menores de edad. De ellos, sólo 300 han sido considerados como tales tras el test. Los reflectores siguen apagados cuando se habla del método de identificación de los menores, no se habla de que el test óseo no es en absoluto fiable, con márgenes de error de hasta cuatro años.

No es raro, pues, que jóvenes de 15 años, casi niños, estén detenidos en centros de retención, sólo porque tienen el esqueleto robusto.
Durante la detención, los migrantes son llevados a un tribunal, donde el juez, a menudo en audiencias colectivas con 40 o 50 personas, firma automáticamente la detención y el traslado al CIE más próximo.

Últimamente, se traslada a los migrantes a campamentos militares usados, tras años de total abandono, como centros de detención. En 150 carpas se hacinan hasta 3.000 personas; alambre de espino para tender la ropa, literas amontonadas, polvo en todas partes... y aun así se sigue diciendo que a pesar de las dificultades se cumplen las normas adecuadas de «acogida».

Las violaciones de los derechos de los migrantes que llegan a Canarias se suceden:

 Desinformación total sobre el derecho de asilo
 Identificación arbitraria de los menores
 Análisis de sangre sin informar de los resultados
 Falta de condiciones higiénicas en los lugares de retención
 Identificación arbitraria de la nacionalidad de origen del migrante
 Expulsiones a un país diferente del de origen

Las violaciones continúan, pero lo único que parece interesar al Gobierno es la firma de acuerdos bilaterales, cuyo único efecto es facilitar las operaciones de expulsión.

Source : -Diagonal