Numerosos militantes por los derechos de los extranjeros vieron en la mediatización del campo de Sangatte, en el transcurso del año 2000, una ilustración magistral de la absurdidad de las políticas migratorias europeas. Los efectos de las trabas a la circulación de las personas y de la negación a acoger los migrantes y los refugiados salían a plena luz. Ordinariamente invisibles porque dispersos a lo largo de las fronteras o acantonados en lugares mantenidos secretos, se volvieron de repente (…)